sábado, 6 de enero de 2018

UN MUNICIPIO QUE MUERE

Por: Dr. Santiago Emilio Márquez Frías.

Teléfono: 23574953

 

Escuchamos -de manera frecuente- a personas de la tercera edad, recordar lo que fue Manzanillo antes del año 59, una ciudad limpia, higiénica y sus comercios con carteles lumínicos que embellecían el entorno. El parque Céspedes le daba la bienvenida cada noche a las familias, amigos o al visitante para hacer tertulia, caminar, conversar o escuchar una buena música; un cercano teatro los invitaba a disfrutar de los espectáculos que ofrecían, dignos de cualquier ciudad.

 

La cortesía del saludo habitual: ¿Cómo estás? La respuesta: Bien, gracias. Los buenos días, tardes u noches, imperaban como costumbres; tambien se recuerdan las espectaculares tradiciones carnavalescas, que hasta el más pobre las disfrutaba.

 

De igual forma, existía alegría en la Navidad en el mes de diciembre, todo el mundo sabía que se conmemoraba el nacimiento de Cristo en un pesebre en Belén. Pero la vara mágica del socialismo tocó la isla y todo lentamente fue desapareciendo, como los grandes centrales, dejando pueblos sin esperanzas y hombres sin empleos.

 

Un enorme aserrío situado en la Avenida Primero de Mayo, le daba al lugar cuando llovía un olor a madera húmeda y según cuentan algunos fanfarroneaban, porque sus troncos le recordaban la existencia de bosques cercanos, pero la hechicería socialista los desapareció.

 

En la Avenida Masó final una fábrica de hielo alzaba gruesos paneles, y desde el Malecón manzanillero cuando se contemplaba la fábrica salpicaban “goticas” de agua que refrescaban; a veces el sol iluminaba estos bloques de hielo y brillaban reflejando diversos colores. Los utilizaban en fiestas, hoteles, pero la varita mágica de la dictadura la disolvió, quedando un vertedero de basura que contamina el medio ambiente.

 

En una comunidad reconocida como La Pesquera, famosa porque sus pobladores vivían de lo que sustraían del mar, en este caso del Golfo del Guacanayabo; sierras, camarones, entre otros, ahora prohibidos para el consumo de la población, pero no para el turismo; cerca de ella se encontraba una Instalación acreditada como Cuba Petróleo (CUPET), desmantelada para invertir en nuevos establecimientos en la comercialización del petróleo, pero en municipio de Bayamo, cabecera provincial.

 

En la fábrica textil de guayaberas situada en la calle Doce de Agosto, se escuchaba el ruido constante de sus máquinas de coser y en sus perchas se exponían finísimas guayaberas; de igual forma desmantelaron la fábrica, quedando el local cerrado.

 

La Empresa Embotelladora de Refrescos situada en El Recreo fue tocada tambien por ese encantamiento que destruye lo que está hecho, y ahora pasó a la elaboración de un sirope de mala calidad en particular para la gastronomía y la población.

 

Se han derrumbado construcciones arquitectónicas entre ellas: el Edificio de Caymarí, donde han desaparecido todas las bellezas coloniales de sus estructuras, perdiendo la ciudad vistosas obras que contemplar.

El sistema impuesto en el país hace 60 años, se ha dedicado a la destrucción y desmantelamiento de fábricas y edificios, llevando a cabo construcciones superficiales que realizan en plazos determinados y que, en el decurso de los meses, se pierde la pintura y la fachada y se empieza a caer a pedazos lo construido. A las futuras generaciones –si no existe un cambio político en el país- les espera ver lentamente como Manzanillo ubicado en la provincia Granma languidece día a día.

 

 Manzanillo, 2 de enero de 2018