sábado, 20 de abril de 2013

Mis desgracias en estos 54 años



Por Arnaldo Ramos Lauzurique

Julio Ponce de León Heredia, de 64 años, con carné de identidad No. 48072500541 y residente en el municipio de Batabanó, provincia de Mayabeque, hace un largo relato de las vicisitudes por las que ha pasado -junto con su familia- desde 1959, cuando triunfó la denominada Revolución; que no es fácil de resumir.

Relata: “Procedo de una familia negra, originaria de Managüises, provincia de Matanzas, que al morir mí abuelo dejó desamparados a su esposa, Cándida Rosa Aguiar, y tres hijos, un varón que era mi padre, de nombre Juan Ponce de León Zulueta. Abuela partió para La Habana, alrededor de 1933, a buscar una colocación y afortunadamente la contrataron unos americanos. Con la ayuda de ellos pudo traer a sus hijos para La Habana y alquilar un cuarto”.

”A mi padre, -Juan Ponce- que entonces tenía 12 años, le consiguieron una beca en la Academia Militar del Caribe y a mis tías las matricularon en escuelas de oficios”.

“Mi abuela trabajó con varias familias americanas, unas a otras la recomendaban a sus conciudadanos al irse del país. Así estuvo hasta 1959 cuando con la que laboraba, se vio obligada, como tantas otras, a abandonar Cuba cuando comenzaron las intervenciones a los negocios privados, por parte del régimen”.

“Mi padre, gracias a su formación académica, llegó a estar destacado en varios cuarteles, hasta llegar a ser Jefe del Cuartel Maestro de la Escuela de Cadetes de Managua, cargo que ocupaba al iniciarse 1959“.

“Salió de la casa 1ro. de enero de 1959 para el campamento de Managua, donde se encontraba destacado, y 3 días después no sabíamos nada de él. El país se estaba paralizado por una huelga general y no había transporte. Con 10 años de edad, partí con un tío a pie hacia el campamento de Managua. En el puente de La Chorrera un jeep militar, con miembros del ejército de Batista nos informó que mi padre estaba bien y que se encontraba acuartelado, por lo que retornamos a nuestra casa”.

“Los días siguientes, fueron terribles en nuestra casa en Mantilla. Los soldados rebeldes, totalmente borrachos, balaceaban a toda hora y así se adueñaron del país”.

“Unos días después volvió mi padre, traía la mirada perdida, las lágrimas le corrían por las mejillas y a veces mencionaba nombres de fugitivos y fusilados. En esas condiciones lo remitieron al hospital psiquiátrico de Mazorra, donde le aplicaron electroshocks, que era la mejor medicina que se le podía dar a un supuesto “casquito” de Batista. Además estuvo ingresado en varias dependencias psiquiátricas, donde generalmente los tratamientos fueron los mismos electroshocks”.

“Lo retiraron con solo 68 pesos mensuales, y a pesar de ser un hombre instruido, por su condición de ex soldado, solo le ofrecían trabajos de menor importancia en la construcción”.

“Después de muchos años de penurias murió, nos informaron que fue debido a un derrame cerebral, pero en su exhumación, dos años después, sospechamos que había sido asesinado, ya que se apreciaba una fractura en la parte inferior y posterior del cráneo. Ello es solo el preámbulo de los atropellos que ha tenido que sufrir en estos 54 años mi familia, que se compone de 21 persona”.

“Cuando al triunfo de la Revolución, mi madre no tenía dinero para pagar la casa donde vivíamos y mi padre estaba ingresado en Mazorra, mi tío le cedió su casa y se fue a vivir a San José de las Lajas. A partir de ahí mis hermanos y yo, al constituir familias, ampliamos la vivienda y la reconstruimos en mampostería, hasta que en 1985 le fabricamos la placa”.

“Mi padre tuvo que pagarle al Estado la casa que construyeron desde 1953, en Cuarta No. 16, en Mantilla; donde residen aún mis hermanos, que son herederos de su abuelo. Como mi abuelo falleció sin dejar testamento, en 1971 nos quitaron el terreno donde estaba la casa y tuvimos que pagar la vivienda que la familia había construido. A mí me quitaron la franja de terreno donde estaba construyendo desde 1971 y no pude continuar completando la vivienda, que no pudo ser legalizada e hicieron edificaciones aledañas allí”.

Julio incluye en su testimonio otros atropellos posteriores hacia él y sus hijos, para ser relatados ulteriormente.



La Habana, 20 de abril de 2013.